En un poblado llamado Río Grande, en el año de 1878, nació un niño llamado José. Por ser de familia humilde, no le quedaba otra opción mas que trabajar de peón en una hacienda, en donde a los trabajadores se les sometía a la extrema miseria. Cuando contaba con tan sólo 16 años, tomó una pistola, y con coraje, accionó el gatillo asestándole tres balazos a su patrón. No le disparó por que estaba harto del maltrato de este último; le disparó porque el muy desgraciado trató de violar a su hermana. Fue perseguido con ordenes de que se le asesinara, por eso huyó a la sierra y se convirtió en bandido para poder sobrevivir. Cambio su estilo de vida, cambio su nombre. Ya no sería llamado José Doroteo Arango Arámbula, sino que, en adelante, sería conocido como Francisco Villa, “El Centauro del Norte”. La mayoría de los mexicanos conocemos parte de su activa participación en la llamada “Revolución mexicana”, empero, muy pocos conocen acerca de la incursión que comandó a lado de sus “Dorados” en Estados Unidos. Para 1916, Villa ya estaba derrotado y se había indignado por el apoyo norteamericano a Carranza, por eso creció en él un coraje inmenso en contra de todo lo que fuera de procedencia estadounidense, incluyendo personas. Así, se sabe que al inspeccionar un convoy en donde se encontraban 18 norteamericanos que iban a trabajar de ingenieros en las minas de Chihuahua, Pancho los formó en línea, les mentó a su puta madre, y los fusiló. El 9 de marzo de 1916 Villa y 300 de sus “Dorados”, cruzaron la frontera norte de México y cayeron sobre Colombus. Asaltaron la oficina de Correos, saquearon domicilios particulares, tiendas y almacenes, mataron algunos transeúntes, pegaron fuego a varios edificios e hicieron ocho prisioneros entre los cuales se encontraba una “hermosa” gringa, que al parecer fue violada varias veces por los “leales” de Villa. Tres horas duró el tiroteo contra los norteamericanos en lo que fue la primera invasión a los Estados Unidos. Anteriormente, Francisco Villa había mencionado las siguientes palabras: Los gringos del norte quieren tragarse a México; vamos a ver si se les atora en el gaznate. ¡Y que se les atora!
Por: Erik Mejía Rosas
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